Había una vez una rata que tenía mucha hambre, porque se había desencadenado una crisis de las que hacen historia -una época de vacas flacas en la que todo el mundo lo aprovechaba todo y no tiraba nada-, y por eso, muchos días, la rata tenía que irse a dormir con la tripa vacía.
Un día, la suerte le sonrió: por un agujerito muy pequeño, tanto, que apenas podía pasar por él, logró colarse en la despensa de Villa Capitostes, la familia de campesinos más poderosa y rica de toda la comarca. Como era de esperar, la despensa estaba muy provista con toda clase de viandas. ¡Menudo banquete se dio la rata! Se puso las botas de tocino, longaniza y queso de la mejor calidad, de salchichones con pimienta y de jamón de alrededor del hueso.
¡Tardaría mucho en olvidar un festín tan suculento!
Sin embargo, engordó tanto que, cuando quiso salir de la paradisíaca despensa, se llevó la desagradable sorpresa de que no podía pasar por el agujero. ¡Nada, no había nada que hacer! Y no le quedó otro remedio que sentarse en un rincón, encogida y con el corazón en un puño, porque, si entraba la señora de la casa y la veía allí, le haría pagar muy caro el excepcional banquete que se había dado.
En esas estaba cuando acertó a pasar por allí una comadreja muy empabilada, que enseguida entendió lo que había pasado y, como le hizo mucha gracia, le dijo:
-Sólo hay una manera de salir de ahí: ayuda hasta quedarte tan delgada como cuando entraste.
Un día, la suerte le sonrió: por un agujerito muy pequeño, tanto, que apenas podía pasar por él, logró colarse en la despensa de Villa Capitostes, la familia de campesinos más poderosa y rica de toda la comarca. Como era de esperar, la despensa estaba muy provista con toda clase de viandas. ¡Menudo banquete se dio la rata! Se puso las botas de tocino, longaniza y queso de la mejor calidad, de salchichones con pimienta y de jamón de alrededor del hueso.
¡Tardaría mucho en olvidar un festín tan suculento!
Sin embargo, engordó tanto que, cuando quiso salir de la paradisíaca despensa, se llevó la desagradable sorpresa de que no podía pasar por el agujero. ¡Nada, no había nada que hacer! Y no le quedó otro remedio que sentarse en un rincón, encogida y con el corazón en un puño, porque, si entraba la señora de la casa y la veía allí, le haría pagar muy caro el excepcional banquete que se había dado.
En esas estaba cuando acertó a pasar por allí una comadreja muy empabilada, que enseguida entendió lo que había pasado y, como le hizo mucha gracia, le dijo:
-Sólo hay una manera de salir de ahí: ayuda hasta quedarte tan delgada como cuando entraste.
MORALEJA:
Con cuánta razón se dice que, muchas veces, en el pecado está la penitenciaINGREDIENTES
- 1/2 pechuga de pollo cocida y deshebrada
- 1/2 taza de frijoles
- 1/3 de taza de queso rallado
- 8 tortillas de harina
- 2 cucharadas de aceite
- Sal y pimienta
- Salsa roja
- Cilantro o lechuga para servir
INSTRUCCIONES:
- Calienta las tortillas, rellénalas de frijoles, pollo y queso rallado, dale sazon con sal y pimienta, y enrolla como si formaras un taco, pero tambien debes meter los bordes (como si hicieras un burrito).
- Calienta un sárten con el aceite y fríe las chimichangas por ambos lados.
- Sirve con cilantro, lechuga y salsa roja.
Yo no se ustedes pero a mi me gusta publicar frases en mis redes sociales, hoy les comparto estas 12 frases que a mi me gustan.
Una vez, en un país lejano, todos los animales se pusieron de acuerdo en entregar cada día un animal al león, para que éste no tuviese que salir de caza y dejara de perseguirlos; de esa forma, vivirían tranquilos y pastarían en paz.
Así pues, todos los días echaban a suertes a quién le tocaría ser la comida del león.
Un buen día, la suerte recayó en una liebre, pero el pobre animalito, como tenía mucho miedo a la muerte, no fue a ver al león hasta el mediodía.
El león tenía un hambre feroz y se enfadó mucho por el retraso, conque, al llegar la liebre, hecho un basilisco, le pregunto por el motivo de la tardanza, a lo que la liebre respondió con las siguientes palabras (o casi):
-Es que, verás lo que me ha pasado: cuando venía hacia aquí, me encontré con otro león; dijo que el rey de esta comarca es él, no me dejaba pasar y estuvo en un tris de pillarme. ¡No te imaginas lo que me ha costado darle esquinazo para poder llegar! Y por eso he tardado tanto, ¿sabes?
¡Qué berrinche agarró el león al oír semejante cuento chino! Porque se lo creyó todo, sin sospechar ni remotamente que la liebre se lo acababa de inventar. Enseguida le pidió - bueno, le mandó- que le enseñara dónde estaba ese león tan osado que decía ser el rey del lugar.
La liebre echó a andar resueltamente delante del león y éste la siguió sin perderla de vista, hasta que llegaron a un paraje en el que había una poza muy grande y muy honda, con las paredes completamente verticales y lisas.
Se asomaron a la boca de la poza y, lógicamente, la silueta de ambos se reflejó al punto en la superficie del agua.
-¿Lo ves, mi señor? -dijo la liebre-. ¿No ves a ese león, ahí, en el agua, que se quiere comer la liebre?.
El león creyó que su reflejo del agua era verdaderamente otro león -y el de la liebre, otra liebre-, conque, muy decidido, allá que se tiró a luchar contra el intruso. Pero las paredes de la poza eran tan lisas y verticales que no pudo volver a salir y murió ahogado, mientras que la liebre, gracias a su astucia, se salvo de morir.
La temperatura puede hacer variar el estado físico de algunos materiales. Sin embargo, el enfriamiento o el calentamiento de un material no modifica su composición, solo produce cambios en su estado físico.
Si el calor que se aplica sobre un material es muy alto, los cambios pueden dar fusión y evaporación. En cambio si un cuerpo de enfría mucho, el material puede solidificarse o condensarse.
Si el calor que se aplica sobre un material es muy alto, los cambios pueden dar fusión y evaporación. En cambio si un cuerpo de enfría mucho, el material puede solidificarse o condensarse.